Ramon Amaya Amador

Ramon Amaya Amador
29 de Abril 1916 - 24 de Nov. de 1996

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Biografia

Nació en Olanchito (1916), falleció en Checoslovaquia (1996). Autor de Prisión Verde. México, 1950, que en opinión de Longino Becerra “es, sin duda alguna su mejor obra… Este libro recoge la experiencia, dolorosa y brutal, del novelista como trabajador bananero”. Amanecer. Novela. Guatemala, 1953, Bajo el signo de la paz. Crónicas de un viaje a China Popular, Tegucigalpa, 1953. Constructores. Tegucigalpa, 1958. Los Brujos de Imaltepeque, Novela, Tegucigalpa, 1958. Destacamento rojo. México. 1962. Operación gorila. Moscú, 1970 (en ruso). (En español 1991), Cipotes (1981), Jacinta Peralta (1996), el señor de la Sierra (1993). Entre sus obras inéditas: Rieles gringos (1951), Biografía de un machete (1959), Buscadores de Botijas (1961), Un aprendiz de Mesías (1961), Tierras bravas de coyol (1962), Huellas descalzas por las aceras (impresa en 1981 con el titulo Cipotes), el hombre embotellado (1965), Tierra Santa (1965), La abanderada (s.f), Ciclo Morazanico (1966), en 5 tomos. Memorias y enseñanzas del alzamiento popular de 1954 (1989), en colaboración con Rigoberto Padilla Rush. El señor de la Sierra (1993); Con la misma herradura (1993); Memorias de un canalla (2004). Escribió ensayos y teatro, además de novela. El camino de Mayo es la Victoria. Tegucigalpa, 1974. Peste Negra (1956) y La Mujer Mala (1959), son ejemplos de su incursión en otros géneros literarios.
      De él ha dicho Roberto Sosa: “Con Ramón Amaya Amador la novela social hondureña comienza a adquirir relieves de dignidad y no obstante que la crítica literaria ha subrayado a su narrativa defectos de construcción, ha reconocido su poder captativo y transfigurador de la situación del cuadro de realidad que le toco vivir. Los libros de Amaya Amador señalan la explotación que los monopolios extranjeros han verificado y verifican en nuestro país. Señalan el trabajo embrutecedor que las peonadas sufrientes hicieron y hacen en la selva artificial de los bananales hondureños. No podía hacer otra cosa quien fue gota de esa sucia corriente. De allí la fuerza conmovedora de su obra”.
     Para Longino Becerra, “fue dueño de una gran capacidad fabuladora”; para Julio Escoto conto con “una dedicación disciplinada a su trabajo”; José D. López Lazo considera que Amaya Amador “cultivo todos los géneros… sin embargo, habría de quedarse con la narrativa y dentro de esta, con la novela… Necesitaba de un género que se volcase sobre la realidad exterior, en su caso concreto, sobre la realidad histórica. La historia, nuestra Historia, concebida como el producto de la lucha de clases, define su obra… hacia ahí confluye casi toda su obra. Pienso que no tuvo conciencia, no delimito el peligroso punto en donde literatura e historia se rozan, pienso que para él fueron dos realidades mínimamente diferentes. Para el hacer literatura era una forma directa de hacer historia, de liberar a un pueblo de tanta opresión. De ahí que su obra apenas evolucionara literariamente. Ni reflexión ante el lenguaje, ni búsqueda de técnicas narrativas. Esto era imposible. Involucraba una concepción más profunda de la realidad, de la que seguramente tuvo conciencia… pero no habría tiempo, ni ambiente propicio, ni deseo; no eran su circunstancia. Le urgía transformar la sociedad, no el lenguaje ni las técnicas narrativas; por ello, trabajo con la óptica narrativa y las herramientas lingüísticas que le brindo la tradición romántico-realista, que ya para su tiempo eran una retorica gastada. La sinceridad, lo autentico, su visión dinámica del hombre y de la sociedad lo salvan. Su obra convoca la dignidad y la esperanza de los postergados. A los que siempre quiso ver de pie y caminando. De esta manera, su afirmamiento en nuestra Historia, en su proceso dialectico, tiene sus frutos; sin ese concepto del acontecer social, su narrativa sería la de un criollismo puro, con su folklore, su naturalismo fatídico o su costumbrismo ingenuo. El dinamismo de la Historia le da madurez a su obra, aunque no la profundidad necesaria para llamarla universal. Al presentarnos un hombre como producto histórico, Amaya Amador lo hace caminar: hace caminar de su aparente estatismo de piedra a la sociedad hondureña. A pesar vio y convivió con un hombre en un estado casi natural, no lo condeno a la pasividad histórica de esta existencia, sino que lo ubico como protagonista de los procesos sociales. Hizo el primer gran esfuerzo por humanizar y enriquecer la Historia propia sin deformarla en sus movimientos esenciales… el novelista de Olanchito es el más leído entre los humildes. En esto radica nuestra deuda con él, la deuda de Honduras con él: le empezó a abrir bien los ojos, los ojos que si son sus ojos: los de su pueblo…:”.

Argueta, M. (Ed.). (1986). Diccionario de Escritores Hondureños (2nda Edición). Honduras: Tegucigalpa.

Discurso de la Dra. Ana Belén Castillo en la entrega de las cenizas de Ramón Amaya Amador.

"Hace 22 anos la Universidad Autónoma de Honduras, se constituyo en depositaria de las cenizas del novelista Ramón Amaya amador.
Este día, esas mismas cenizas retornan al solar nativo, por disposición de sus queridos familiares, amigos y admiradores y resolución expresa de nuestra Alma Mater.
El trágico como repentino fallecimiento de Amaya Amador- acaecido en Europa el 24 de noviembre de 1966- implico que sus restos mortales, depositados en una urna, permanecieran en Praga, Checoslovaquia, por espacio de una década.
Unos años atrás, nuestra Universidad había iniciado gestiones puntuales para l repatriación de sus cenizas.
Contando con la decidida colaboración del poeta Oscar Acosta, por ese entonces Embajador de Honduras en España, una comisión de la UNAH trajo, finalmente, de Madrid, los restos del malogrado escritor hondureño, en 1977, durante el periodo rectoral del licenciado Jorge Arturo Reina.
Desde aquel año, la urna con las cenizas de Ramón Amaya Amador ocupo un lugar muy especial en la Biblioteca Central del Alma Mater, es decir, en el mismo recinto al que acuden estudiantes, docentes y trabajadores a leer su obra novelística perdurable y en la que sobresalen títulos como “Prisión Verde”, “Los brujos de Ilamatepeque”, “Cipotes”, “El señor de la sierra”, “Amanecer”, “Bajo el signo de la Paz”, entre otros.
Pues bien, este día de Mayo- mes consagrado a los trabajadores en general y a los comunicadores sociales en particular-, de quienes Amaya Amador fue un exponente de primera fila, entregamos al pueblo de Olanchito las cenizas de su escritor más conocido y de su luchador político más esforzado.
Y al hacer entrega de tan queridas reliquias, nos formulamos la pregunta siguiente: ¿Que unía a Ramón Amaya Amador con la Universidad del Pueblo?
Cierto es que el novelista no se formo en las aulas universitarias, tal vez porque sus ideales lo llevaron por rumbos sociales. Sin embargo, Amaya Amador participo en la conquista y defensa de nuestra autonomía.
En efecto, desde las columnas del que era por aquella época el decano de la prensa nacional, diario El Cronista, Ramón Amaya Amador puso su pluma al servicio de la causa universitaria, en 1957.
Un año después, el 11 de noviembre de 1958, la Universidad Autónoma le tributo un sincero homenaje, a través del Circulo Literario Universitario Hondureño y con la participación del rector, doctor Lisandro Gálvez.
Señoras y Señores. Representantes de Olanchito:
Reciban en este acto solemne las cenizas de un ciudadano admirable, cuya vida y obra se fundió en un solo propósito: la reivindicación del hombre, del niño y la mujer, y a quien los versos de José Martí le calzan como anillo al dedo:
“Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar”
Un hombre singular que, como el propio Martí, fue al mismo tiempo escritor, y combatiente, aunque en épocas y situaciones distintas.
A partir de esta fecha, Ramón Amaya Amador, estará de nuevo entre su gente; entre los cámpenos que con tanto realismo figuran en “Prisión Verde”, y de cuya humilde entraña sugiera el mismo un 29 de abril del año 1916.
Por delegación expresa de esta institución, se ha comisionado al licenciado Cecilio Zelaya Lozano, para que pronuncie el discurso alusivo, en la cuidad de Olanchito, destino último de Ramón Amaya Amador.
¡Que en paz descanse el alma de este incansable compatriota, que formado en la Universidad de la vida quiso -desde su óptica política e ideológica- graduarnos de hombres y mujeres libres, unidas para disfrutar de derechos y  ventajas comunes, en una patria más grande, hermosa y respetada!
Gracias por su presencia en este acto solemne y que el Señor les bendiga."

Ramón Amaya Amador. (1999, Mayo 25). El Heraldo, p.15

"El Regreso de Ramón Amaya Amador"

En días recientes quedo formalmente constituido el Comité Universitario Pro Repatriación de los restos mortuorios de Ramón Amaya Amador. Presidido por el propio Rector de la Máxima Casa de Estudios de país, este comité se encargara de realizar todos los trámites necesarios para repatriar en forma definitiva las cenizas del malogrado escritor, muerto trágicamente en un accidente de aviación en las inmediaciones del aeropuerto de Bratislava (Checoeslovaquia) cuando regresaba de la capital búlgara, lugar a donde había asistido a reuniones de intelectuales y escritores de diversas partes del mundo.
De acuerdo a los datos contenidos en el certificado extendido por el encargado de los asuntos consulares de Honduras en Praga, doctor Iván Hanus, “la urna de metal oscuro que lleva marcado el numero de cremación 216164 y la placa de metal claro con la siguiente inscripción grabada: Krematorkim hlavniho mesta Prahy (Crematorio de la cuidad de Praga) 216164 Ramón Amaya Amador Honduras (nacido 29/4/1916 y fallecido 24/11/1966, cremado 10/12/1966 12 horas), contiene las cenizas del escritor hondureño Ramón Amaya Amador, fallecido en el accidente de aviación ocurrido el 24 de noviembre de 1966 en las cercanías del aeropuerto de Bratislava, Checoslovaquia.” Esta urna se encuentra actualmente en Madrid, España, bajo el cuidado del escritor y poeta Oscar acosta, ex embajador de nuestro país en esa capital.
Una delegación universitaria viajara en breve para traer la urna mencionada y el Comité Pro Repatriación procederá a organizar diversos actos culturales para rendir homenaje a la memoria del célebre autor de “Prisión Verde”.
Acosado y perseguido Amaya Amador se vio obligado a iniciar el camino del exilio a fin de poder ponerse a salvo de sus feroces enemigos. Luego de haber probado los innumerables sinsabores de la vida del escritor comprometido en una lucha política diaria, justa y valiente, Amaya Amador vivió los últimos anos de su vida trabajando en la redacción de la Revista Problemas de la Paz y el socialismo y residiendo en Praga, Capital de la republica socialista de Checoeslovaquia.
En las interminables tertulias de los círculos intelectuales de la capital checa, en las mesas apartadas de la célebre U Fleku, el escritor exiliado recordaba con nostalgia los horizontes de su patria y anhelaba, según nos relatara anos después el también malogrado poeta salvadoreño Roque Dalton, regresar a Honduras y continuar directamente su larga lucha a favor de los oprimidos y explotados de esta tierra.
Hoy, cuando casi se cumplen once años de su trágica muerte, Amaya Amador regresa a su patria. Aquí le esperan miles de admiradores, miles de compañeros, viejos amigos de aquellos años duros y eternos soldados de su misma causa. También le espera un pueblo que le quiere y respeta, una comunidad universitaria dispuesta a colocarle en el lugar que se merece, le esperan los intelectuales de ayer y de hoy, los estudiantes y, sobre todo, le esperan los trabajadores de las plantaciones, los viejos y nuevos protagonistas de su obra más conocida y combatida. “Prisión Verde”.
La inmensa satisfacción que llena a quienes durante todos estos años han luchado para que los restos de Amaya Amador puedan al fin reposar en Honduras, habrá de ser el manto suficiente para cubrir los pequeños rencores, las bajezas y el “enanismo” mental de quienes hoy, en plena segunda mitad del siglo veinte, cual viejos adalides de la medioeval inquisición, todavía invierten su tiempo en recortar los diálogos, rehacer las expresiones y censurar, vulgar y estúpidamente, la obra del famoso escritor. También esa satisfacción, al igual que el homenaje póstumo del pueblo, habrá de ser la mejor expresión de repulsa para quienes, desde la impunidad administrativa de sus escritorios burocráticos, han prohibido la divulgación de las versiones radiales de la obra de Amaya Amador, considerándola como algo “subversivo y peligroso para la coloquial tranquilidad que debe imperar en el agro hondureño…”.
A todos ellos, Amaya amador, incluso después de muerto, habrá de ganarles la batalla.
Meza, V. (1977, Sept. 9). El regreso de Amaya Amador. Diario Tiempo, p.6

Como era Ramon Amaya Amador...

“Ramón Amaya Amador fue un rebelde por naturaleza y un revolucionario por sentimiento y convicción. Se se conocen las normas que regularon su cohibida infancia y las actitudes audaces en la explosión de su juventud, se comprenderá e contraste existente entre lo que el amor maternal quiso que fuera y lo que fue el por su propia e inconmovible determinación.
Tenía Sangre de pueblo y alma de proletario; por eso fue solidario con el dolor del pueblo y con el dolor del proletario. Y fue un proletario del musculo y un proletario del pensamiento. Toda su vasta obra litería, todas sus luchas y todos sus anhelos se inspiraron en la redención integral de las masas trabajadoras. Conocía a fondo y sentía muy hondo la tragedia desgarradora del campesino y del jornalero. Su espíritu era la protesta iracunda contra las injusticias sociales y el azote implacable de la infamia esclavizante descargada inmisericorde sobre las clases desposeídas. No fue su formación literaria en ese sentido algo que pudiera haber aprendido en libros de grandes ideólogos del extremismo revolucionario ni fue su actitud viril en la defensa de las masas trabajadoras, una pose demagógica como hay muchas ni un motivo encontrado al azar para hilvanar un articulo o escribir una novela. Era esa una disposición ingénita de su propia personalidad; nació para esa misión y la llevo adelante sin importarle el desdén o el odio que podría despertar ante los poderosos y sin reparar en el sacrificio a que exponía su propia vida; porque sentía el martirio de los trabajadores como su propio martirio y llevaba en el alma la pesadumbre secreta de la peonada atormentada.”
“Cuando escribió “Prisión Verde”, hija legitima del Valle de Aguan, Ramona Amaya Amador no hacía más que trasladar a la palabra escrita la grabación profunda de una realidad insobornable que había impresionado su conciencia y su pensamiento con la indignación que el sufría como hombre irreconciliable y radicalmente intransigente con la injusticia clavada hacia el calmo de la crueldad en el alma y en el cuerpo de los trabajadores de nuestro país.
Cuando “Alerta” y “Prisión Verde” Ramón Amaya Amador no tenia complicaciones ni vinculaciones con la política extra continental. Era un demócrata sincero y para ser más concretos, como todos lo sabemos aquí, era un liberal militante dentro de las pugnas estériles de nuestros partidos tradicionales. Después, cuando los cientos huracanadas del despotismo criollo lo empujaron a playas extranjeras, planto su planta de peregrino de ideal en Guatemala, en los buenos tiempos de la administración progresista del Dr. Juan José Arévalo. Allá encontró horizontes más amplios para sus inquietudes literarias y vio las puertas del mundo a Meza, V. (1977, Sept. 9). El regreso de Amaya Amador. Diario Tiempo, p.6biertas al vuelo de sus ideales en dimensión universal.

Romero Narváez, D. (1967, Septiembre) Ramón  Amaya Amador. Revista Ariel. pp. 26, 28

Sobre sus obras

“Prisión Verde” fue editada por una casa editorial de México y recorrió los caminos de Américo con la venia consagratoria de los más grandes escritores del  continente. Traducida a varios idiomas, “Prisión Verde” había hecho de su autor, el humilde hijo del  Olanchito, el peón venero de los canales de la compañía, una personalidad respetable y admirada por intelectuales de todos los países de la tierra y querida con coraje y lasta las lagrimas por todos los hombres y mujeres de todas las latitudes que amasan con su sangre y con su sudor y con sus sacrificios las enormes riquezas de unos pocos sobre la miseria y sobre el martirio y sobre la muerte de la inmensa masa de los trabajadores irredentos.
Y siguieron apareciendo sus libros y sus novelas siempre con el grito de justicia social, de liberación de las clases oprimidas y escritas con amargura y esperanza como solo podría haberlo hecho un autentico proletario del pensamiento. “Amanecer”, inspirada en el movimiento reivindicador de la revolución de octubre de Guatemala. “Bajo el Signo de la Paz”, impresiones de su viaje a Pekín. “Destacamento Rojo” narración casi exacta de las peripecias, a veces clandestinas, de los trabajadores de su desigual conflicto con los consorcios monopolistas. No conocimos “Fronteras de Caoba” ni “Rieles Gringos”. Pero aquí en su amada Honduras público lo que nosotros creemos es el fruto más maduro de su valiosa producción intelectual: “Los Brujos de Ilamatepeque”; y “Constructores” a la que nosotros no le dábamos mayores meritos, pero que el simple hecho de haber sido traducida al idioma alemán acusa la importancia y potencialidad de su significación.
Sus artículos periodísticos, folletos, cuentos y poemas posiblemente quedaran en el anonimato, si es que manos afectuosas no recogen en volúmenes la extensa e intensa producción literaria que quedo en sus archivos de viajero o allá en Praga, donde el tenia la importante sección de una revista literaria de circulación universal.

Romero Narváez, D. (1967, Septiembre) Ramón  Amaya Amador. Revista Ariel. pp. 27

Prologo a Prisión Verde por Longino Becerra



Ramón Amaya Amador fue un novelista nato. Concebía con una gran facilidad el argumento, el plan y los episodios fundamentales de sus obras. Asimismo, el trabajo de redacción, que para muchos escritores es una tarea laboriosa y de grandes esfuerzos, no le ofrecía mayores dificultades, pues Ramón Amaya Amador redactaba a chorros. Su técnica era la siguiente: primero preparaba un esquema general de la obra, luego escribía a mano, en un cuaderno, los capítulos de la misma. El manuscrito obtenido de esta manera era pasado a máquina por el autor y, para diferenciarlo de nuevas versiones, se cuidaba de escribir en él la siguiente frase: "Primer Bosquejo". El texto mecanografiado era sometido a una revisión completa y pasado nuevamente en limpio para enviarlo a la imprenta. Este trabajo le consumía al novelista de tres a cuatro meses, por lo cual durante la última etapa de su actividad, Ramón Amaya Amador escribió hasta tres novelas por año. Sus obras póstumas suman aproximadamente unas cinco mil páginas en total, las que incluyen no menos de veinte títulos, entre novelas, cuentos, obras de teatro, diarios personales y hasta poesías. Ramón Amaya Amador nació en la ciudad de Olanchito, departamento de Yoro, el 29 de abril de 1919. Fue el producto de los amores clandestinos del cura Guillermo R. Amador y de María Isabel Amaya. Pasó la educación elemental en la escuela Modesto Chacón, de la referida ciudad, e inició estudios secundarios en el Instituto Manuel Bonilla, de La Ceiba, los que se vio obligado a interrumpir por motivos económicos. De las aulas secundarias salió para trabajar como maestro empírico en las escuelas rurales del Municipio de Olanchito. Con el objeto de no quedarse sin una base cultural que le permitiera aportar algo a su pueblo, Ramón Amaya Amador aprovechó las horas libres de su docencia campesina para leer cuanto libro puede encontrarse al alcance de su mano, lo cual no le resulta tan difícil, dada la inquietud intelectual que siempre ha caracterizado a Olanchito. El producto de estas lecturas y de este esfuerzo individual, fue el despertar de su vocación literaria, como lo confirman las numerosas colaboraciones remitidas por él al semanario El Atlántico, dirigido en La Ceiba por Angel Moya Posas. Así se hizo escritor. Por eso, igual que Máximo Gorki, pudo hablar de "mis universidades", refiriéndose a la aldea y a la lucha de los aldeanos por un destino mejor.
La pedagogía no era la vocación de Ramón Amaya Amador, aunque lo caracterizaba una gran bondad y un extremado afecto por los niños. Para ser maestro de escuela, sobre todo en aquellos tiempos, le faltaba la autodisciplina que permite mantener conforme al espíritu pueblerino, virtud muy alejada de su carácter y temperamento. La vocación de Amaya Amador -lo hemos dicho ya- era la pedagogía de las letras. Por eso abandonó el aula y, mientras le era posible dedicarse por entero a ese magisterio, no menos difícil y elevado que el otro, tuvo que trabajar de cualquier cosa en los campos bananeros, principalmente en Palo Verde y Coyoles Central. Uno de esos trabajos fue el de regador de veneno, quizás el más duro y menos remunerado que entonces podía realizarse en el infierno de las bananeras. Consistía este trabajo -si es que no era una tortura- en asperjar las matas de banano con el famoso caldo bordelés, una solución a base de sulfato de cobre, que si bien tiene poderes para matar los gérmenes de la sigatoka, también los tiene para destruir el organismo de los hombres que lo aplican. Es indudable que la brutalidad de este trabajo y la observación directa de los estragos producidos por él en los "veneneros" más antiguos, influyó enormemente en la orientación, no sólo literaria, sino también ideológica, de Ramón Amaya Amador.
El 8 de octubre de 1943 fundó, con su amigo Dionisio Romero Narváez, el semanario ALERTA, en el que se consagró a la defensa de los intereses de los trabajadores bananeros. Este paso, que puede considerarse insignificante en una época distinta a aquella, constituye una muestra formidable de la combatividad y la entrega incondicional de Ramón Amaya Amador a las causas de nuestro pueblo, pues entonces vivíamos bajo el terror de la dictadura encabezada por Tiburcio Carías Andino, quien se apoyaba en el desenfreno de los famosos "comandantes de armas", es decir, una banda de asesinos con autorizaciones en blanco para hacer su voluntad en cada pueblo. La aparición del semanario ALERTA bajo aquellas condiciones, significaba un desafío temerario, no sólo al poder de un régimen abiertamente despótico, sino también a los medios represivos de las compañías bananeras, las cuales disponían también de sus propios recursos en tal sentido. Prueba de ello es que, poco tiempo después de fundado el periódico, Amaya Amador fue detenido y llevado a las cárceles de La Ceiba, donde el Comandante de Armas respectivo -el famoso general Rufino Solís- ordenó darle una soberana paliza para obligarlo a retirarse de sus actividades revolucionarias. El parque central de la bella ciudad norteña fue testigo de semejante barbarie.
Pero Ramón Amaya Amador, naturalmente, no era hombre que iba a renunciar a sus convicciones por un culatazo. Lleno del ardor que todo revolucionario auténtico experimenta frente a la acción represiva de los enemigos de su pueblo, el escritor continuó firme en aquella desigual y quijotesca batalla. Hubo, entonces, lo de siempre: los planes secretos para quitarle la vida. Los amigos más cercanos salieron en su ayuda y, mediante oportunas reflexiones, lo hicieron desistir de la actitud de desafío con que él enfrentaba la situación. Obedeciendo a estos consejos, Ramón Amaya Amador salió al exilio en 1947. Guatemala -la sacrificada y mártir Guatemala de hoy- era por aquellos años el foco de atracción de los hombres con una conciencia progresista, pues en dicho país había comenzado, a partir de octubre de 1944, una revolución democrático-burguesa que estremeció las bases de las dictaduras semifeudales instauradas por el imperialismo norteamericano en todo el continente. Allí, aprovechando la relativa tranquilidad que le brindaba el proceso político guatemalteco, Amaya Amador inició formalmente su carrera literaria, en un nivel y en unas proporciones que hasta la fecha le había sido imposible poner por obra.
Cuando en junio de 1954 cayó la revolución democrático-burguesa de Guatemala, bajo la conspiración de la Agencia Central de Inteligencia, coludida con las oligarquías terrateniente-burguesas del resto de Centroamérica, Ramón Amaya Amador se vio obligado a buscar refugio en Argentina, juntamente con otros compañeros del esfuerzo guatemalteco, en el que nuestro escritor había tenido señalada actuación, incluso echando mano del fusil. El exilio argentino fue más duro para Amaya Amador, pero aun en esas condiciones, el novelista continuó preocupándose por hacer obra y por perfeccionar sus medios expresivos. En 1956, bajo la Junta Militar que puso fin al ridículo y despótico gobierno de Julio Lozano Díaz, se emitió una amnistía general que permitió el regreso al país de todos los emigrados políticos, Amaya Amador, siempre sediento de volver a su tierra: a su Honduras pequeñita y dolorida, aprovechó aquella circunstancia para reincorporarse a la Patria. Pero no volvió solo, pues, en el exilio argentino, había contraído matrimonio y su retorno fue con esposa.
En 1957 se fundó en Praga, Checoslovaquia, la Revista Internacional, órgano teórico e informativo de los partidos comunistas y obreros del mundo. Los organizadores solicitaron a varios partidos comunistas de América Latina el nombramiento de representantes para preparar la edición española de dicha publicación, la cual circula en ciento cincuenta países, consta de medio millón de ejemplares y se edita en veinticinco idiomas. El Partido Comunista de Honduras recibió esta solicitud en 1959 y la dirigencia del mismo acordó designar para el desempeño de tal trabajo al novelista Ramón Amaya Amador, tomando en cuenta que éste era militante de dicha organización desde que la misma se fundara en abril de 1954. Amaya Amador partió al cumplimiento de esta responsabilidad con mucho entusiasmo, aunque con el presentimiento de que ya no regresaría a su patria. La noche del 19 de abril de 1959, después de recibir los abrazos de despedida de sus amigos, escribió en su diario: "Esta es nuestra última noche en Tegucigalpa. ¿Hasta cuándo retornaremos a ella y en qué condiciones? Ni siquiera lo podría predecir porque el futuro es un enigma". Ciertamente, ese futuro enigmático le tenía deparado, siete años después, un accidente de aviación en el que perdería la vida. El 24 de noviembre de 1966, viajando de Bulgaria a Checoslovaquia, el avión Ylyushin 18 que lo conducía se estrelló en una colina próxima a la pequeña ciudad checa de Vratislava.
Ramón Amaya Amador publicó relativamente pocas obras a lo largo de su activísima y fecunda existencia. En 1950 editó Prisión Verde, su obra fundamental; en 1953 vio la luz su novela Amanecer, vinculada al proceso revolucionario guatemalteco; en 1959 salieron de las prensas dos novelas: Los Brujos de Ilamatepeque y Constructores. Por último, en 1962 apareció la malograda edición de Destacamento Rojo, novela sobre el surgimiento del Partido Comunista en Honduras, de la que apenas circularon unos pocos volúmenes, ya que la policía política del régimen presidido por Ramón Villeda Morales, decomisó la mayor parte del tiraje, efectuado en México. Su novela Operación Gorila, fue editada en ruso en 1970, faltando todavía la edición española. Naturalmente, aparte de estas publicaciones, Amaya Amador escribió numerosos artículos y ensayos, sobre todo de contenido político, los que fueron publicados, con seudónimo o con su propio nombre, en diversos órganos de prensa de Honduras y el extranjero.
La mayor parte de la obra escrita de Ramón Amaya Amador se encuentra aún inédita. Esa obra está en el archivo dejado por él en Praga. Algunos amigos de Honduras poseen también manuscritos, pero, según nuestra opinión, se trata de borradores o bosquejos elaborados antes de los años cincuenta y, en casi todos los casos, reelaborados por el escritor durante su permanencia en Checoslovaquia. Esos manuscritos tienen, pues, una importancia histórica, porque, si bien no contienen obras acabadas de nuestro novelista, si recogen el proceso creador del mismo. Alguna vez habrá que recogerlos para organizar la "Sala Ramón Amaya Amador" en lo que debe ser el Museo de Literatura Hondureña. Son, pues muy numerosas las obras no publicadas por el autor de Prisión Verde. Basándonos únicamente en el archivo de Praga, mencionamos los siguientes títulos: Biografía de un Machete (1959), Buscadores de Botijas (1961), Un Aprendiz de Mesías (1961), Tierras Bravas del Coyol (1962), Huellas Descalzas por la Aceras (1963), El Hombre Embotellado (1965), Tierra Santa (1965), Operación Gorila (1965), Jacinta Peralta (sin fecha), La Abanderada (sin fecha), Ciclo Morazánico (1966): tomo I, Los Rebeldes de la Villa de San Miguel; tomo II, El Sombrero de Junco; tomo III, La Paz y la Sangre; tomo IV, Sombras de la Montaña; tomo V, La Ultima Orden. Además de estos escritos, en el archivo existe un poema bastante largo, con el título: Poema Cósmico, sin fecha; hay tres volúmenes de apuntes de viajes, con el título: Hombres, Rumbos y Horizontes; y dos novelas inconclusas: El Ojo de Yerix (1959) y La Balanza del Truchero (sin fecha). Asimismo, hay tres obras de teatro: dos sin título y una bajo el nombre de La Mujer Mala (1959). Por último, Amaya Amador escribió un volumen sobre los problemas económicos, políticos y sociales de Honduras, titulado: La Ruta Histórica del Pueblo Hondureño.
Al hacer la evaluación crítica de las obras escritas por Ramón Amaya Amador es preciso señalar, en cumplimiento de la objetividad científica, que no se trata de un escritor extraordinario, en el que se conjuga el dominio de las técnicas literarias más avanzadas con el desarrollo de una temática siempre universal. Quien penetre en el mundo amadoriano impulsado por el deseo de encontrar cualquiera de estos dos elementos, lo más probable es que sufra una desilusión, por cuanto Amaya Amador fue un novelista espontáneo que, por razones del maldito subdesarrollo impuesto a nuestro país bajo la dominación neocolonial del imperialismo norteamericano, no pudo concurrir a los centros de cultura superior, donde, calzándose los guantes de la ciencia literaria, se aprende a escribir a la manera de las academias. Por eso es posible encontrar imperfecciones en sus obras o, mejor dicho, elementos que no coinciden con las características de un arte estudiado. Al analizar su producción es preciso tomar en cuenta esta circunstancia, no para asumir una actitud piadosa frente a él, sino para no cometer el error de anclar la mirada en la corteza de sus escritos, cuando lo importante es ir más allá, al fondo del esfuerzo productivo del autor.
Por otra parte, la temática desarrollada por Ramón Amaya Amador no es de esas que suelen calificarse de universales porque hunden sus raíces en los problemas de un hombre etéreo: habitante de todos los climas. En realidad, Amaya Amador tuvo un solo tema: el hombre hondureño, visto con la óptica del que contempla desde abajo, desde la entraña misma del pueblo. Por eso, la creación de nuestro novelista es frecuentemente filiada, en las taxonomías literarias al uso, dentro del "regionalismo", al que, para cumplir cabalmente la tarea, se le pega una tarjeta con la docta saliva del academicismo y se le manda al rincón donde descansa el "arte superado". A esto se debe, entre otras cosas, que las obras de Amaya Amador no siempre encuentran buena acogida en ciertos círculos intelectuales de nuestro continente, sobre todo aquellos que agitan los estandartes de la renovación total frente a un arte de sabor criollo, al estilo de Huasipungo, Los de Abajo, Doña Bárbara, Cuentos de Pago Chico, y tantos testimonios más de una temática que es siempre fecunda, como lo demuestra El Llano en Llamas, de Juan Rulfo.
Pero hay que decir más. La actividad literaria no tuvo en Amaya Amador un propósito esteticista. En realidad, ese trabajo fue para el escritor de Olanchito una forma de militancia revolucionaria; pero no cualquier forma, sino la más apasionada e importante. De su pluma no salió una sola palabra, una sola letra, que no estuviera dirigida a contribuir con eficacia a la lucha del pueblo hondureño contra sus explotadores, tanto nacionales como extranjeros. Sus páginas son todas militantes, les guste o no a quienes prefieren una literatura de oropeles, exhibicionista, similar a esas parejas que son capaces de embelesarnos con un cuadro de amor en el escenario, pero que se vuelven inútiles cuando se trata de repetirlo en la soledad de la alcoba. Amaya Amador no tocaba flautas para encantar serpientes: fue el novelista de la clase obrera hondureña y, por ello, sus obras, más que un arte puro, son el grito de combate de uno más de los soldados proletarios. Quien las quiera así, que las tome; quien no, que las deje, pues están destinadas al pueblo trabajador y éste sí sabe valorarlas.

Asociación Literaria Ramón Amaya Amador (2001). Prólogo a Prisión Verde, por Longino Becerra, Ezbozo biografico incluido en el prologo de Prision Verde.http://reocities.com/Athens/oracle/7391/textos/bio_lb.htm

"Los Brujos de Ilamatepeque"


Los Brujos de Ilamatepeque (1958), narra el trágico sino de los dos ex soldados de Morazán que sucumben ante la ignorancia y la reacción oligárquica  del pueblo en que viven; el sometimiento forzado, la inutilidad en definitiva del gesto liberador (intento de alfabetización popular emprendido por los Cano), el planteamiento y el mensaje político- social, están plasmados rotundamente en la obra del malogrado autor de Prisión Verde. Como es lógico, el contexto de Amaya Amador, por pertenecer a ella, no supera el habitual maniqueísmo de la Novela latinoamericana tradicional; aquí no hay alternativas; el lector sabe, a través de la narración pasiva y lineal, que los hermanos Cano no poseen otra sobrenaturalidad que la imaginada por las mentes calenturientes de sus verdugos; que la verdadera causa de su muerte la constituyen sus afanes por destruir la opresión y, en gran parte, su afortunada capacidad para el amor, que la envidia e intransigencia circundantes ven como producto de aquelarres y pactos demoniacos; relatos de buenos y malos, valido sobre todo por su contenido denunciante que, en el caso de Amaya Amador es, según Longino Becerra, no una forma cualquiera de militancia revolucionaria, “sino la mas apasionada e importante”.
Medina, J. (1974, Mayo Junio Julio). De brujos y novelas. Presente, p.3

"Amanecer"

“Amaya-Amador es uno de los escritores progresistas centroamericanos que ha sabido interpretar, con claridad, la misión de la literatura en nuestra sociedad. Sus esfuerzos en las disciplinas novelísticas son plausibles, pues siguiendo una tendencia realista, se pone al servicio del pueblo y del movimiento democrático revolucionario de Centroamérica. AMANECER es, indiscutiblemente, una comprobación de esa tendencia y de ese afán de interpretar los anhelos populares.”
Amaya-Amador, Ramón; Amanecer. Guatemala: Tipografía Nacional, 1953.


La primera parte de la novela Amanecer está ambientada en el departamento de San Marcos, en las postrimerías del gobierno del dictador Jorge Ubico (1931-1944), específicamente 1939 y 1940. Narra en forma realista la situación en una finca de fuerte raigambre feudal: Potomatán, propiedad de la familia Fuentesanta, en la que nace FernánPanchoj, el Chivo. Cuando el personaje principal de la novela - Fernán Panchoj- descansa en casa de su patrón Miguel Cenobio, fabricante de ladrillos, a quien considera su amigo, se encuentra durmiendo y el hijo éste lo despierta a las tres de la madrugada, avisándole que estalló la conocida como “Revolución de octubre de 1944”; de hecho, en su fase final es organizada durante la noche del 19 y se considera concluida en el amanecer del 20. De aquí deriva el nombre de la novela; los actos heroicos de Panchoj a partir de las tres de la madrugada del 20 hasta que amanece, son narrados por el autor en la tercera parte de la novela: “La hora del pueblo”.
Esto es, la pregunta referente a por qué Amaya-Amador escribió y publicó su novela en Guatemala, siendo él originario de Honduras, se responde en el sentido que cuando aún residía en su país -1944- observa que los intelectuales y opositores al régimen cariísta tratan de exiliarse y buscando refugio en Guatemala son aprendidos por la policía secreta del dictador Ubico, lo cual seguramente causaría su encono contra ambos regímenes tiránicos de gobierno. Al caer Ubico, el autor huye a Guatemala donde encuentra apoyo laboral en el medio que más conoce, la prensa; estudia no sólo el Gobierno de Ubico sino también al de Manuel Estrada Cabrera (1898-1920), y los compara con los logros obtenidos por los “chiquilines” de la Revolución en apenas dos años de Gobierno democrático, el de Juan José Arévalo, y de ahí que decida novelar los sucesos que examinó desde el punto de vista histórico, especialmente los correspondientes a los años 1939-octubre 1944, y los que vivió no sólo como observador privilegiado -periodista- sino hasta como actor en defensa de éste último, entre 1945 y el uno de mayo de 1947, cuando concluye la trama de la novela.

Ariel Batres Villagrán (8 de octubre de 2009).Ramón Amaya-Amador: Amanecer en la Revolución de Octubre de 1944. P. 25
http://www.monografias.com/trabajos-pdf2/ramon-amaya-amador-amancer/ramon-amaya-amador-amancer.pdf

"Cipotes"

"El libro describe los ires y venires de varios lustrabotas... El autor trabaja aquí con un vocabulario coloquial: el que se escucha en los mercados, las calles y los lugares más humildes de Honduras... Lo importante para Ramón Amaya Amador, en este libro, no es... el mensaje explícito, sino las reflexiones que el relato mismo es capaz de sugerir con el público... Toda la obra no es otra cosa que la presentación de múltiples y variadas escenas de la vida en el Parque Central, en las calles de la ciudad o en la penumbra humosa de los tugurios capitalinos..."
                    Longino Becerra.
     
Argueta, M. (Ed.). (1986). Diccionario de Escritores Hondureños (2nda Edición). Honduras: Tegucigalpa.

"Con la misma herradura"



En esta novela, el autor hilvana el hecho histórico en una trama narrativa cargada de descripciones del escenario feraz de la mayor parte de la obra. Hasta acá se han desplazado los frailes franciscanos Esteban de Verdelete, Juan Monteagudo y el capitán Alonso de Daza, junto con su tropa, para fundar una misión que tiene como propósito la conversión y evangelización de los taguacas quienes, después de varios intentos frustrados, aún se resisten a la conquista. Alonso de Daza actúa obsesionado por la idea de encontrar el templo de oro en el que los indígenas guardan sus tesoros. Con este propósito, capturan a un cacique taguaca, lo torturan y lo asesinan.


Amaya Amador, R. (2006) Con la misma herradura (4ta reimpresión) Tegucigalpa, M.D.C., Honduras, C.A. Editorial Guaymuras.

"Jacinta Peralta"



Narra las vicisitudes a las que se ven sometidas las jóvenes que, como Jacinta Peralta, inmigran a la ciudad en busca de mejores condiciones de vida.
Son tantas las Jacintas Peraltas que deambulan por las calles de nuestras ciudades, víctimas del machismo más canallesco, como muchos son los rufianes ... que se aprovechan de sus necesidades e ingenuidad para abusarlas física y sicológicamente y, finalmente, sumergirlas en esa tragedia social llamada prostitución.
Hoy que el tema de los derechos de las mujeres es tan debatido, Jacinta Peralta puede contribuir a la reflección sobre dos aspectos a los que nadie (o casi nadie) hace referencia: el irrespeto a los derechos de las trabajadoras domésticas y la situación cuasi esclavista que viven las mujeres que ejercen la prostitución.   

Jacinta Peralta, (1998) (2ª Edición),Editorial Guaymuras. Tegucigalpa, M.D.C., Honduras, C.A.
http://reocities.com/Athens/oracle/7391/resumen/res_jp.htm

"El Señor de la Sierra"

"El Señor de la Sierra", tal cual está escrito, no es más que una bella fantasía escrita por Amaya Amador alrededor de un personaje real; no pretende darle una realidad histórica, pues las descripciones sobre los sitios donde se realiza la hazaña, los idealiza y los hace retroceder 600 años, presentándonos a los indígenas de Cerquín dentro de una organización política y religiosa no de ellos sino propia de los Mayas de Copán en su época de esplendor, entre los años 500 y 900 D.C.

Amaya Amador, R.(1993) El señor de la sierra (2ª Edición). Tegucigalpa, M.D.C., Honduras, C.A. Editorial Guaymuras.  http://www.metabase.net/docs/upn/13218.html

"Operación Gorila"

"Operación Gorila" es la novela del golpe castrense perpetrado en Honduras el 3 de octubre de 1963 contra el gobierno constitucional de Ramón Villeda Morales. La obra está escrita en términos abstractos, sin mencionar el país, utilizando personajes supuestos y con algunos episodios de completa invención. Sin embargo, la mayor parte del relato se ciñe a los hechos reales ocurridos entre el 3 de octubre de 1963 y el 16 de febrero de 1965, al efectuarse las elecciones encaminadas a "constitucionalizar" en la presidencia de la República al protagonista principal de los hechos, Oswaldo López Arellano.

Amaya Amador, R.(1991) Operación Gorila (1ª Edición). Tegucigalpa, M.D.C., Honduras, C.A. Universitaria.

"Biografia de un machete"

Este libro nos involucra en el proceso de acaparamiento y expulsion de sus tierras de grandes contigentes humanos y de su proletarizacion en los campos bananeros, lo que los lleva a asumir una nueva conciencia revindicativa

Amaya Amador, R.(1999) Biografia de un machete (1ª Edición). Tegucigalpa, M.D.C., Honduras, C.A. Editorial Guaymuras.

Bibliografia

Argueta, M. (Ed.). (1986). Diccionario de Escritores Hondureños (2nda Edición).
Honduras: Tegucigalpa

Ramón Amaya Amador. (1999, Mayo 25). El Heraldo, p.15

Meza, V. (1977, Sept. 9). El regreso de Amaya Amador. Diario Tiempo, p.6

Romero Narváez, D. (1967, Septiembre) Ramón  Amaya Amador. Revista Ariel. pp. 26, 28

Romero Narváez, D. (1967, Septiembre) Ramón  Amaya Amador. Revista Ariel. pp. 27

Medina, J. (1974, Mayo Junio Julio). De brujos y novelas. Presente, p.3

Amaya-Amador, Ramón; Amanecer. Guatemala: Tipografía Nacional, 1953.

Ariel Batres Villagrán (8 de octubre de 2009).Ramón Amaya-Amador: Amanecer en la Revolución de Octubre de 1944. P. 25
http://www.monografias.com/trabajos-pdf2/ramon-amaya-amador-amancer/ramon-amaya-amador-amancer.pdf

Argueta, M. (Ed.). (1986). Diccionario de Escritores Hondureños (2nda Edición). Honduras: Tegucigalpa.

Amaya Amador, R. (2006) Con la misma herradura (4ta reimpresión) Tegucigalpa, M.D.C., Honduras, C.A. Editorial Guaymuras.

Jacinta Peralta, (1998) (2ª Edición),Editorial Guaymuras. Tegucigalpa, M.D.C., Honduras, C.A. http://reocities.com/Athens/oracle/7391/resumen/res_jp.htm

Amaya Amador, R.(1993) El señor de la sierra (2ª Edición). Tegucigalpa, M.D.C., Honduras, C.A. Editorial Guaymuras.  http://www.metabase.net/docs/upn/13218.html

Amaya Amador, R.(1991) Operación Gorila (1ª Edición). Tegucigalpa, M.D.C., Honduras, C.A. Universitaria.

Amaya Amador, R.(1999) Biografia de un machete (1ª Edición). Tegucigalpa, M.D.C., Honduras, C.A. Editorial Guaymuras

Martinez, J. ¡Muere Ramon Amaya Amador!

Gámez, S. (2004, 13 de marzo) Vitrina en el ayer. La Prensa. P.33

Steiner Bendeck, E. (2008, Noviembre 26)  Mural Prision Verde. http://olanchito.wordpress.com/2008/11/26/exposicion-de-pinturas/

 

Fotos



Una de las aficiones de Ramon Amaya
Amador era fumas su pipa. Sus amigos la
consideraban su eterna compañera.
Gámez, S. (2004, 13 de marzo)








Ramon Amaya Amador y su esposa Argentina, Regina Arminda Funes.
http://olanchitototheworld.blogspot.com/








Uno de los pocos retratos de su rostro,
 se conservan como un tesoro en su familia.
Gámez, S. (2004, 13 de marzo)