Los Brujos de Ilamatepeque (1958), narra el trágico sino de los dos ex soldados de Morazán que sucumben ante la ignorancia y la reacción oligárquica del pueblo en que viven; el sometimiento forzado, la inutilidad en definitiva del gesto liberador (intento de alfabetización popular emprendido por los Cano), el planteamiento y el mensaje político- social, están plasmados rotundamente en la obra del malogrado autor de Prisión Verde. Como es lógico, el contexto de Amaya Amador, por pertenecer a ella, no supera el habitual maniqueísmo de la Novela latinoamericana tradicional; aquí no hay alternativas; el lector sabe, a través de la narración pasiva y lineal, que los hermanos Cano no poseen otra sobrenaturalidad que la imaginada por las mentes calenturientes de sus verdugos; que la verdadera causa de su muerte la constituyen sus afanes por destruir la opresión y, en gran parte, su afortunada capacidad para el amor, que la envidia e intransigencia circundantes ven como producto de aquelarres y pactos demoniacos; relatos de buenos y malos, valido sobre todo por su contenido denunciante que, en el caso de Amaya Amador es, según Longino Becerra, no una forma cualquiera de militancia revolucionaria, “sino la mas apasionada e importante”.
Medina, J. (1974, Mayo Junio Julio). De brujos y novelas. Presente, p.3
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